jueves, 22 de octubre de 2009

REBELDIA

Sé lo sencillo que sería a veces vivir por inercia, pero me empeño una y otra vez en tambalear los esquemas sostienen todo a mi alrededor. Preguntándome si me gusta todo lo que veo, cuestionándome una y otra vez el porqué de la desunión, de los desaguisados que no se solucionan con un chasquido de dedos. Sintiéndome cómodo en la inseguridad, en lo aleatorio, cargado de inestabilidad e imprecisión y sintiéndome saciado de rutinas que no presentan nuevas panorámicas...

Porque veo que no es sencillo tejer una red de conciencia colectiva, que hay muchos que dicen ser locos y al final sólo viven del disfraz, protestando desde la mesa del bar. Se cuelgan la etiqueta de "inconformistas" para rebelarse siempre contra todo en voz baja, sin esfuerzo, sin regalar un ápice de ganas a la causa. Es quizá uno de mis grandes desengaños, una de mis fuentes de disconformidad, saber que hay gente que ve las cosas siempre desde la grada, aplaudiendo, vitoreando o abucheando, pero sin salir nunca a escena. Esta Valencia, esta ciudad sin alma, preocupada de engalanarse para mostrar sus tesoros al mundo y despreocupada por la vida de sus personas, los que realmente mueven los motores de este gigantesco yate. No puedo entender a esos que lo ven y no rabian, ¿por qué no lo gritan?, me desilusiona esta anarquía cuyas únicas causas son beber cerveza y fumar marihuana. Sin causa no hay unión y sin unión la lucha está perdida porque ni siquiera arranca nunca. Hay muchas almas que ven, que lo expresan, pero no hay un "Alma" que utilice canales subterráneos en la ciudad y quien está dentro seguro que alguna vez lo ha sentido.

No nos dan cultura, no nos dan la música que queremos, no nos dan los espacios, nos roban la calle y se la regalan a los que vienen cargados de tarjetas de crédito, pero hay algo que nos dan sin saberlo...

Nos están dando la excusa, el leitmotiv que podría justificar una rabia que lo desencadene todo. La música, el arte, la cultura, lo que queremos escribir o dibujar en todas las paredes... Ese germen de un movimiento social que podría haber empezado hace tiempo. Sin embargo no se canaliza. Cada rabioso muerde sus propias manos en soledad y ahí muere su rabia. Nos alzamos cuando se regalan trajes reclamando dimisiones (ojalá) Sin embargo el clamor nunca se extiende porque también hay trajes de inconformista comprados en el Corte Inglés. Jugamos a este monopoly dinerario, compramos lo que nos venden y vendemos ideales a precio de saldo. Mientras llegue a fin de mes... Es algo así como el que okupa una casa y está en Ikea mirando lámparas para el salón...

No es mi ciudad, ya no tengo patria. Sin embargo me apena ver que podrían existir mimbres y no hay forma de que se encuentren. Cada intento muere rápidamente. Se vive la mentira sin sustancia por conformismo o convencimiento de que todo va a seguir siempre igual. Y yo queriendo volar sin descanso, dándome cuenta que cada día que pasa quiero menos televisión, menos malos humos, menos prisas, menos ceños fruncidos...

Según va pasando el tiempo cada día tengo más ganas de sentir de otra manera, hoy soy más rebelde que ayer y me duele un poco más, pero no puedo abandonar esto porque sé que es lo que soy. Los ronquidos de la ciudad dormida no van a anestesiarme, si lo permitiera no tendría sentido lo que llevo dentro.

Y si mi causa sólo es mía buscaré otros espacios, inventaré otras formas de expresión o abriré nuevas sendas. Pero me siento libre no sólo porque tengo los ojos abiertos para ver todo lo que pasa, sino porque mi espíritu tiene alas y nadie me las va a cortar.

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